martes, 12 de mayo de 2009

Cómo casarse y no morir en el intento (Parte 2): FECHA Y LUGAR

Una vez hecha la lista con los preparativos de la boda, ahora toca concretar los puntos.

(Debemos suponer que no hay una fecha especial que deseéis impetuosamente, ya que si ese fuera el caso, planearíais vuestro enlace con un año y medio (mínimo) de antelación y, por tanto, ya no sería necesario leer todo esto. )


En primer lugar: los meses más solicitados para festejar un bodorrio son mayo y septiembre (¿por qué coincidirá siempre con el final de una estación?). En estas épocas, puede ser complicado encontrar un sitio con disponibilidad en una fecha concreta o, incluso, simplemente que esté libre solicitándolo con sólo unos pocos meses de antelación.


Por experiencia os diré que si buscáis un restaurante durante el mes de abril para septiembre, por ejemplo (5 meses antes del gran día) es muy posible que os digan que hasta mediados de octubre tengan completo.


Ahora podéis pensar que soy una “viva la virgen”; que me pongo a planear mi boda SÓLO 5 meses antes de la fecha escogida… pero no. Prestad atención porque ahora os voy a contar una historia…, un relato de terror:


Érase una vez, una parejita muy linda decidió casarse un hermoso viernes 11 de septiembre (festivo en Cataluña). Haciendo lo que debían, prepararon la lista de las cosas que tenían que hacer y los allegados que pensaban invitar (primera lista: 200 invitados; segunda lista hecha pensando: 100).


Buscaron los teléfonos y los contactos de 2 restaurantes que les habían parecido hermosos y llamaron para poder concertar una cita. El primer restaurante estaba a la afueras de la ciudad en la que vivían. Era una masía preciosa, con altas palmeras y un salón amplio donde celebrar el banquete y después realizar el baile.


El segundo era una antigua finca ubicada en un pueblo cercano a la ciudad natal del novio. Había piscina, 7 habitaciones y un relindo jardín con una carpa central. Se decantaron por éste. “Seremos unos 100 invitados”, dijeron los enamorados. “No hay problema. Tenemos capacidad para 110 como máximo”.


La lista de comensales era perfecta. Además, existía la gran excusa para no invitar aquellos compromisos indeseables. “Es que el restaurante no es muy grande…. Haremos una boda íntima… La capacidad es limitada…”


El futuro matrimonio escogió los platos para hacer la prueba de menú y quedaron en hacer la paga y señal el día de dicha prueba (¡suerte!), que sería a principios de marzo. Antes de llegar a fin de año, ya lo tenían casi todo encarrilado. Pero llegó marzo y nadie los llamó… A principios de abril, fueron ellos los que contactaron con el restaurante y, cuál fue la sorpresa, cuando el dueño les dijo que el encargado ya no trabajaba allí desde Navidad y que, para más INRI, no había dejado nada apuntado ni confirmado…



Continuará...

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